Ejecutaron al "francotirador de Washington" - El Policial Bolivia
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Ejecutaron al "francotirador de Washington"


"No siento alivio ni venganza. No siento emoción alguna. Sólo se hizo justicia". Tal fue el testimonio de uno de los pocos familiares de víctimas del "francotirador de Washington", el asesino serial que anoche fue ejecutado a pocos kilómetros de la Casa Blanca, en cumplimiento de una condena de muerte.

Quien así habló fue Steven Moore, hermano de una de las diez víctimas de John Allen Muhammad, de 48 años, quien, en 2002, aterrorizó durante tres semanas a la ciudad y sus alrededores. Elegía a sus víctimas al azar.

La ejecución se cumplió a partir de las 21 (las 23 en la Argentina). Lo que ocurría fuera del penal de Greensville fue transmitido en directo por la televisión. "Estamos en vivo", decían los presentadores que, paradójicamente, relataban la muerte inminente. Nadie parecía estar muy conmovido por lo que ocurría.

A diferencia de otras ejecuciones, en esta ocasión casi no hubo manifestantes pidiendo clemencia por el reo. La mayoría de las personas alrededor de la cárcel eran periodistas.

Lo que pasó dentro de la cámara de ejecuciones fue relatado, luego, con minuciosidad por uno de los responsables de la ejecución.

Se sabe que Muhammad "no expresó emoción alguna, no tuvo palabras finales" y apenas si evidenció "alguna curiosidad" por lo que ocurría.

"Todo fue normal", dijo el vocero, en alusión al procedimiento. "No hubo problemas", añadió, en relación a los horrores que a veces ocurren cuando los tres líquidos que se administran no surten el efecto procurado.

Por orden, cada químico cumple su función: el primero apunta a sedar al condenado; el segundo, le bloquea la respiración, y, el tercero, finalmente, le paraliza el corazón.

En el caso de Mohammed, todo duró seis minutos: a las 21.05 empezaron a correr los líquidos por su cuerpo y a las 21.11 se lo declaró muerto.

El asesino serial John Allen Muhammad, que aterrorizó a la capital de EE.UU. en 2002, murió por una inyección letal; elegía a sus víctimas al azar

"De haber podido, yo mismo hubiese apretado el botón", dijo el jefe policial Charles Ramsey, uno de los responsables de la captura del asesino. "No hay disculpa para lo que este hombre hizo. Todo lo ejecutó de un modo calculado", añadió.

Casi todas las expresiones recogidas ayer hablaban de lo mismo. De Justicia. De cumplir con la ley. De pagar por el daño hecho.

Las únicas lágrimas corrieron por parte de uno de los abogados del preso que, hasta último momento, intentó salvarle la vida, pero no pudo lograr un cambio de condena. Las autoridades de Virginia no accedieron al pedido de clemencia.

Sus crímenes ocurrieron entre el 2 y el 22 de octubre de 2002 en la región de Washington y alrededores. Se le ratificó la condena dos años después y esperó su ejecución durante otros cinco, un plazo bastante menor para el promedio de doce años que suelen aguardar quienes esperan en el llamado "Corredor de la muerte".

El hombre llegó a la cámara por su propio pie, escoltado por guardias de la prisión.

"Cuando le dije que lo iban a matar, ni siquiera me contestó", dijo su abogado, Jonathan Sheldon. "Está enfermo mentalmente", añadió el letrado quien había pronosticado que el condenado no diría últimas palabras ni expresaría remordimiento. "Será el mismo hombre delirante y paranoico" hasta el final.

Muhammad mataba a sus víctimas con una sola bala cuando las veía en las afueras de centros comerciales, escuelas o estaciones de servicio. No tenía un patrón definido: hombres, mujeres, niños, blancos, negros. Nadie parecía poder escapar al francotirador.

Actuó acompañado de un cómplice, Lee Boyd Malvo, en ese entonces de 17 años, que en la actualidad purga una pena de prisión perpetua.

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